martes, 26 de diciembre de 2023

3 Niños y una aventura en los Andes

 Hace poco llego esta emotiva historia en la cual 3 chicos accidentalmente se encontraron el símbolo de los andes y emprendieron una gran aventura junto a su comunidad.

La aventura del cóndor

Lucas, Sofía y Mateo eran tres niños que vivían en un pequeño pueblo en los Andes. Todos los días, tenían que caminar más de una hora por senderos peligrosos para llegar a la escuela. A veces se encontraban con animales salvajes o con deslizamientos de tierra que bloqueaban el paso. Pero ellos no se rendían, porque les gustaba aprender y estar con sus amigos.

Un día, mientras iban por el bosque, escucharon un ruido extraño. Era como un llanto débil y agudo. Se acercaron con cuidado y vieron algo que les sorprendió: era un bebé de cóndor de los Andes, el ave más grande del mundo. Estaba tirado en el suelo, con una de sus alas heridas. Parecía que se había caído de su nido, que estaba en lo alto de un acantilado.

Los niños se compadecieron del pobre animal y decidieron ayudarlo. Con mucho cuidado, lo envolvieron en una manta y lo cargaron entre los tres. Sabían que no podían dejarlo solo, porque podría morir o ser atacado por otros depredadores. Así que siguieron su camino hacia la escuela, llevando al cóndor con ellos.



Cuando llegaron a la escuela, todos se quedaron asombrados al ver lo que traían los niños. El maestro, el señor Pérez, era un hombre sabio y bondadoso, que les enseñaba muchas cosas sobre la naturaleza y la cultura andina. Él reconoció al cóndor y les explicó que era una especie en peligro de extinción, muy importante para el equilibrio ecológico y para la cosmovisión de los pueblos originarios.

El maestro les dijo que habían hecho bien en rescatar al cóndor, pero que no podían quedárselo como mascota. Les dijo que tenían que cuidarlo hasta que se recuperara y luego devolverlo a su hábitat natural. Les dijo que era una gran responsabilidad, pero también una gran oportunidad de aprender y de hacer algo bueno por el medio ambiente.

Los niños aceptaron el reto y se pusieron manos a la obra. Entre todos, construyeron una jaula grande y cómoda para el cóndor, en un lugar apartado del patio de la escuela. Le pusieron de nombre Kuntur, que significa cóndor en quechua. Le dieron de comer carne fresca y agua limpia todos los días. Le curaron la herida con hierbas medicinales y le hicieron compañía con cariño.

Poco a poco, Kuntur fue sanando y creciendo. Se hizo más fuerte y más bello. Su plumaje era negro con una franja blanca en el cuello y unas manchas blancas en las alas. Su cabeza era roja con unos pelos negros en la frente. Sus ojos eran amarillos y penetrantes. Su pico era curvo y afilado. Sus garras eran poderosas y temibles.

Todos en la escuela se enamoraron de Kuntur y lo trataron como a uno más de la familia. Los niños le enseñaban lo que aprendían en clase, le cantaban canciones, le contaban cuentos y le hacían dibujos. Los padres y los vecinos también colaboraban con alimentos y materiales para el cuidado del cóndor. Todos querían verlo feliz y sano.

La noticia del cóndor se extendió por toda la región y llegó hasta la ciudad. Un día, recibieron la visita de un científico de aves, el doctor Gutiérrez, que había oído hablar de Kuntur y quería verlo con sus propios ojos. El doctor Gutiérrez era un experto en cóndores y había dedicado su vida a estudiarlos y protegerlos.

El doctor Gutiérrez quedó impresionado al ver a Kuntur y al comprobar el trabajo que habían hecho los niños y el maestro para salvarlo. Les felicitó por su labor y les ofreció su ayuda para preparar la liberación del cóndor. Les dijo que era necesario entrenar a Kuntur para que pudiera volar alto y buscar su comida por sí mismo. Les dijo que también había que ponerle un collar con un GPS, para poder seguir su rastro y asegurarse de que estuviera bien.

Los niños y el maestro aceptaron la propuesta del doctor Gutiérrez y se pusieron a trabajar con él. Durante varias semanas, le enseñaron a Kuntur a volar cada vez más lejos y más alto, soltándolo y llamándolo con un silbato. Le enseñaron a reconocer y cazar a sus presas, como conejos, ratones y lagartijas. Le enseñaron a evitar los peligros, como los cazadores furtivos, los cables eléctricos y los pesticidas.

Finalmente, llegó el día en que Kuntur estaba listo para volver a la libertad. Era un día soleado y despejado, ideal para volar. Toda la escuela se reunió para despedir al cóndor. Habían preparado una fiesta con música, bailes, comidas típicas y regalos para Kuntur. También habían invitado a un canal de noticias de la ciudad, que había venido con una cámara y un micrófono para transmitir el evento.

Los niños y el maestro llevaron a Kuntur hasta el lugar donde lo habían encontrado. Allí estaba su nido, en lo alto de un acantilado. El doctor Gutiérrez le puso el collar con el GPS y le dijo unas palabras de ánimo. Luego, abrió la jaula y dejó que Kuntur saliera por su propia voluntad.

Kuntur salió de la jaula y se quedó unos segundos mirando al cielo. Luego, extendió sus alas, que medían más de tres metros de punta a punta, y se lanzó al vacío. Todos contuvieron la respiración, esperando ver qué pasaba.

Kuntur planeó por unos instantes, sintiendo el viento en su cara y el sol en su espalda. Luego, batió sus alas con fuerza y se elevó por el aire. Dio varias vueltas sobre el acantilado, como si quisiera despedirse de sus amigos humanos. Luego, se dirigió hacia las montañas, donde lo esperaban otros cóndores.

Todos los que estaban abajo lo vieron alejarse con emoción y orgullo. Aplaudieron, gritaron, lloraron y rieron. Habían logrado su objetivo: habían salvado a un cóndor y lo habían devuelto a su hogar. Habían hecho algo bueno por el planeta y por ellos mismos.

La cámara del canal de noticias captó todos esos momentos tan emotivos y los transmitió en vivo para todo el país. Muchas personas vieron la historia de Kuntur y se conmovieron con ella. Algunas incluso se animaron a hacer algo similar en sus propias comunidades.

Así fue como Lucas, Sofía y Mateo vivieron una aventura inolvidable con un cóndor de los Andes. Una aventura que les enseñó mucho sobre la naturaleza, la cultura y la vida. Una aventura que nunca olvidarían.

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